lunes, 21 de octubre de 2013

Riesgo

Era por la mañana cuando ella llegó a las calles de Madrid. Había madrugado para estar ahí pronto, para aprovechar el día. Casi batiéndose en duelo con el alba, destacaba entre el gentío vestido de etiqueta y "de lunes" con su falda corta de colores claros, su blusa escotada y sus calcetines largos. No estuvo más de unos minutos esperando cuando una voz le susurró algo al oído que ella no logró entender. Con un giro rápido quedó frente a la otra persona. Una sonrisa ladeada apareció en la aniñada expresión de Irem, pícara. Risk pasó uno de sus brazos por la fina cintura de ella e Irem se puso de puntillas para morderle el labio antes de besarle con suavidad.

– Esta vez no te escapas. – Susurró, mirándole fijamente a los ojos, divertida. 
–  Vamos a mi casa. 

Un rato después.

Apenas podían contenerse. La formalidad de la conversación durante el trayecto en transporte público les había puesto a prueba. Estaban en la puerta del portal de la casa de él cuando Risk la agarró por la cintura nuevamente y bajó la mano contraria por sus desnudas piernas mientras se besaban frenéticamente. Cuando llegaron a la puerta del piso Irem se apoyó contra ella y subió una de sus piernas a la cadera de él, pegando ambos cuerpos con el deseo de desnudarse.

– Espera... – Susurró ella. Arrebatándole las llaves a él del bolsillo abrió la puerta. El bolso cayó al suelo nada más se cerró ésta. Los brazos de la chica pasaron por el cuello de él, teniendo que estirarse, y él, pasando las manos por sus piernas, la alzó, dejándola contra la pared del recibidor mientras buscaba sus labios. Irem volvió a mordérselos mientras frotaba ansiosamente su cintura contra la de él.

Risk comenzó a bajar por su cuello, mordiéndolo con fuerza, haciendo que ella ahogase gemidos, hasta llegar al borde de su blusa. La bajó al suelo y la desabrochó con inusual tranquilidad, mientras ella se acercaba, deshaciéndose de las botas y quedándose con los calcetines largos descalza sobre el suelo, pegando su cuerpo al de él. La blusa quedó a los pies de ambos, e Irem, con un movimiento rápido, alzó la camiseta de Risk hasta su pecho. Él levantó los brazos y ella tiró de la camiseta hasta quitársela. Volvieron a buscar sus labios mutuamente.

– Joder. – Susurró ella, sobre los de él. Risk pasó las manos por las curvas de su espalda y le indicó el camino, mientras la besaba. Cuando llegaron a su habitación, él volvió a levantarla en volandas, clavando sus dedos en los muslos de Irem, y la sentó sobre el escritorio. Las piernas de la chica se enredaron en la cintura de él, atrayéndole, y sus dientes fueron directos a su cuello, mordiendo con fuerza a la vez que notaba cómo él desabrochaba su sujetador.

Sus movimientos se aceleraron. Las manos de ambos se deslizaban por sus cuerpos mientras se buscaban. No tardaron mucho en estar desnudos. Él la miró a los ojos mientras ella movía su cintura suavemente en círculos. Ambos se encontraron, deteniéndose unos instantes; las miradas bañadas en lujuria y deseo. Ella se acercó a sus labios y le besó con suavidad, para terminar en un mordisco tras el cual estiró su labio inferior. Risk bajó sus dedos hacia el clítoris de Irem, comenzando a frotarlo mientras le sostenía la mirada. La chica soltó su labio inferior y echó la cabeza hacia atrás, estremeciéndose, mientras buscaba el miembro de él para comenzar a masturbarle con fuerza. 

Él apretó la mandíbula y se detuvo, estirando la mano para coger un preservativo. Irem se mordió el labio inferior a si misma mientras esperaba, y cuando él volvió a acercarse ella clavó sin previo aviso sus uñas en los hombros de él. Con la primera embestida, bajó las uñas hasta su cintura, cruzando toda su espalda con un gruñido emitido por su garganta, mientras sus piernas volvían a enredarse en la cintura de él. 

Los movimientos iban haciéndose más rápidos. Él bajó la mano por la espalda de ella y la agarró de las nalgas, levantándola de súbito, haciendo que los dedos de ella se clavasen en su cuello. La espalda de Irem chocó contra la pared y con un gemido suave ella apoyó las manos en los hombros de él y comenzó a moverse al compás, los ojos cerrados por el placer y la cabellera rizada, salvaje, comenzando a humedecerse por el sudor. 

Risk clavó los dientes en el cuello de ella, bajando después hacia sus pechos mientras Irem arqueaba la espalda, gimiendo cada vez de forma más escandalosa. Gemidos sensuales, prolongados y muchas veces entrecortados por la respiración acelerada de la joven. Volvieron a besarse y él, clavando sus dedos nuevamente en sus nalgas, la separó de la pared y la dejó caer sobre la cama, saliendo de ella unos segundos; los que tardó en tirar de él y sentarse encima, hambrienta de él cual loba. Apoyada en sus rodillas comenzó a moverse de arriba a abajo, mientras se inclinaba para clavar sus dientes en el cuello y los hombros de él con fuerza, tirando en cada mordisco. Se alzó para emitir un gemido más elevado tras un movimiento más profundo y lento guiado por sus manos. Volvieron a girar, quedando él encima, y con los dientes de él clavados en uno de sus pechos, arqueó la espalda, arañando con una mano las sábanas y con otra su espalda.

Un grito de placer cuando él frotó su clítoris a la vez que la embestía unas veces más. Gimió su nombre, abriendo los ojos, brillantes por el placer, para encontrarlos con los suyos, expectantes, observando su rostro. Él emitió un suave gemido y llegó al orgasmo, emitiendo un gruñido sordo. Frotó con más intensidad el clítoris de Irem, hasta que ella llegó también al clímax, quedándose unos instantes inmóvil bajo él, con la respiración acelerada y los ojos cerrados.

Madrid ardería aquel día.

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