lunes, 25 de noviembre de 2013

Apuntes, sexo y noches infinitas (Risk e Irem)

– ¿Lo has entendido? –  Preguntó Risk, observando el rostro concentrado de Irem.
Ella alzó la mirada hacia la suya. Sonrió, asintiendo. Tras ello, echó un vistazo al reloj.
– Podríamos hacer un descanso, llevamos ya dos horas con esto. – Farfulló, y sin esperar respuesta de él, se levantó de la silla para sentarse a horcajadas sobre él. Él echó la cabeza hacia atrás e Irem se inclinó hacia él intentando besarle. Él le enseñó los dientes, divertido.



Con un leve movimiento de cintura quedó sentada sobre la bragueta de sus vaqueros desgastados. Se quitó la camiseta con un movimiento rápido, mirándole a los ojos. Frotando su cadera contra la de él insistentemente, fue deslizando sus labios por su cuello, hasta clavar sus dientes. Risk apretó la mandíbula, pasando sus manos por la espalda de ella, deslizando sus dedos por el centro, haciéndola arquearla.



Irem bajó rápidamente las manos hacia el borde de la camiseta de Risk. La alzó; él tuvo que apartar las manos de ella para poder deshacerse de la prenda. Los labios de ella comenzaron a buscar frenéticamente los de él. Se quitó la pinza que sujetaba su cabellera rizada, dejándola caer por su prácticamente desnuda espalda. El chico tanteó el borde de sus pantalones hasta conseguir encontrar la cremallera en aquella sensual parte. Al bajarla, deslizó sus manos hacia sus nalgas, bajo la ropa interior de ella.



Los pantalones cayeron rápidamente al suelo. Las uñas de Irem comenzaron a deslizarse por la espalda de él; ella ansiosa, él deseoso de catar hasta lo más profundo de su ser. Le mordió el labio inferior y la alzó, clavando los dedos en sus muslos. La espalda de ella chocó instantes después contra la pared de su habitación, mientras devoraba los labios de Risk. Sus pelvis se movían la una contra la otra. Con una mano en su nuca, Irem bajó la otra hacia la ropa interior del joven, consiguiendo tras varios intentos bajarla. Con él mordiéndole el labio, se separó “todo” lo que pudo y comenzó a masturbarle, mirándole fijamente a los ojos. Le robó un beso.



Unos instantes después Irem había caído sobre la desordenada cama de su habitación. Risk se abalanzó sobre ella cual animal hambriento, y ella contestó con mordiscos en el cuello, al principio suaves. Risk, de una embestida rápida, entró en ella. El cuerpo de Irem se estremeció entre sus brazos y sus uñas dibujaron surco sobre su espalda.



Las embestidas eran cada vez más rápidas. Las piernas de Irem se enlazaron en torno a la cintura de Risk. Una palabra jadeada entrecortadamente bastó para que él la agarrase por la cintura y se incorporase. Ella, apoyándose en sus hombros, siguió moviéndose hasta terminar sobre el escritorio. Los apuntes cayeron al suelo cuando Irem apoyó las manos y arañó la superficie, movida por el vaivén de las embestidas de Risk; él comenzó a acariciar su clítoris. Ella gimió su nombre, de forma casi imperceptible. A esto, él incrementó la velocidad, pellizcando entre sus dedos el botón de placer de ella.



La intensidad y el volumen de los gemidos iban aumentando. Irem se incorporó, agarrándose repentinamente al cuello de él, de tal forma que Risk tuvo que agarrarla y sentarse sobre el colchón de la cama. Ella comenzó a cabalgar sobre él. En su mirada, clavada en la de él, podía leerse la lujuria. Risk pasó sus dedos por la espalda de Irem. Estaba cubierta de sudor. Un gruñido brotó de su garganta. Unas pocas embestidas más; Irem se alzó sobre sus rodillas y tomó el miembro erecto y palpitante de él en su mano, acariciando la punta con insistencia mientras le masturbaba a un ritmo creciente. Risk volvió a acariciar su clítoris, esta vez con el pulgar mientras introducía dos dedos dentro de ella, curvándolos en un intento de llegar al punto G. Ella acompañó el movimiento de sus dedos con el de su cintura, mordiéndose el labio inferior.



Irem estaba a punto de llegar al orgasmo, las rodillas comenzaban a fallarle intentando seguir el cada vez más rápido ritmo de Risk masturbándola y proporcionándole placer a él. El chico se inclinó hacia ella.
–Es cierto eso de que las locas follan mejor, chula. – Murmuró, entre jadeos, de forma entrecortada.



Irem llegó al orgasmo, con un gemido ahogado en su garganta. Arqueó su espalda, quedándose unos segundos inmóvil, con los ojos en blanco. Reaccionó, notando todavía la erección de Risk en su mano, y se inclinó hacia delante, doblándose por la mitad y lamiendo con lentitud y fuerza la punta.



A él se le escapó un sonoro jadeo, y echó la cabeza atrás. La lengua se movió sobre su miembro unas cuantas veces más y Risk se corrió. El semen llenó la boca de Irem. Ella tragó, lentamente, experimentando. Se relamió los labios, mirándole desde abajo. Apoyó una mano en el pecho de Risk, tumbándole. Irem quedó sobre él, tendida, mirándole fijamente. Los cuerpos de ambos estaban perlados en sudor…



Pero ella no había acabado.







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