sábado, 25 de enero de 2014

Entre sus piernas

Se besaban, recostados en la cama de él. Irem se aproximó a él, rozando su cintura con los dedos. Neiv se mordió levemente el labio inferior y pasó su mano por la espalda de ella, con suavidad, dibujando círculos sobre su piel. Irem alzó intencionadamente su pierna, de forma que la falda de tubo negra que llevaba se alzase hasta dejar ver completamente sus muslos. Inusualmente suaves se le antojaron a Neiv cuando los acarició, buscando llegar hasta la prenda íntima. Ella negó, riendo, y se apartó. Continuaron viendo la película unos instantes, pero al incorporarse Irem para darle un sorbo a la Coca-Cola que estaba tomando, Neiv la agarró por la cintura y comenzó a morder su espalda. Esto le provocó un escalofrío a la chica, cosa a lo que él reaccionó continuando los mordiscos a lo largo de la zona central de su espalda. Consiguió la entrada privilegiada bajo su ropa interior y comenzó a mover sus dedos. Irem abrió las piernas, pasando los brazos en torno al cuello de Niev.

La chica se resistió unos instantes, pero finalmente se dejó caer de espaldas sobre el colchón, pues se hallaba levemente incorporada. Niev bajó, pasando los dedos por sus piernas con evidente deseo, hasta llegar a quitarle las braguitas, las cuales acabaron en algún lugar de la amplia cama. Se hundió en ella.

Ella, excitada, se estremecía mientras aferraba el pelo de él con fuerza. Tiraba de su cabeza hacia ella, mientras él deslizaba ávidamente su lengua por su intimidad, sobre todo sobre su clítoris, el cual succionaba con tanta fuerza que veía las estrellas. Niev clavó sus dedos en las piernas de ella, e Irem notó que la expresión más pura de placer se agolpaba en su garganta. Comenzó a emitir gemidos que se tornaban gritos de placer cada vez que Niev lamía con especial fuerza y dedicación su clítoris.

Sus cuerpos se movían al compás, él entre las piernas de ella, ella gimiendo ruidosamente, él clavando sus dedos en sus muslos, en sus nalgas cuando alzaba su cuerpo y arqueaba la espalda. 

Experimentando el placer de tenerla retorciéndose entre sus brazos, él buscaba nuevas posiciones entre sus piernas, hasta el momento en que, con las piernas rodeándole el cuello, pudo notar cómo se tensaba; ella sintió el chispazo de electricidad recorriéndola de arriba a abajo, y gritó su nombre entre jadeos de placer, quedándose inmóvil sobre las sábanas...

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