domingo, 22 de septiembre de 2013

La joven de las medias de lunares [Una introducción]

La joven de cabellos castaños, ondulados, estaba sentada en el extremo más oscuro de la barra de aquel bar. Llevaba una discreta vestimenta negra de manga larga, puesto que era invierno y hacía frío. Sus medias de lunares oscuros estilizaban esas piernas largas suyas aunque no llevase tacones, como las demás mujeres de aquel lugar, sino unas sencillas botas de estilo militar.

Su mirada había estado clavada en el fondo de su vaso de whisky, el cual seguía casi lleno, y sin embargo, algo le hizo alzar la mirada. Un hombre estaba silenciosamente sentado en un sillón de cuero a algunos metros. Sus ojos oscuros estaban fijos en ella...

No iba especialmente arreglado, con una camisa y unos vaqueros oscuros, pero había algo en su mirada que hizo que Sylvie se la sostuviese con la energía que la caracterizaba. Como si él hubiese estado esperando esa señal, se levantó con agilidad, sosteniendo en la mano una copa de vino, a diferencia de todos los demás habituales del bar, que bebían cerveza, y se acercó.

La joven no dejaba de observarle; llevaba barba de tres días y sus manos sostenían de forma firme y tranquila la copa. No pudo evitar imaginarse esas manos sosteniendo su cintura, mas desechó ese pensamiento de inmediato.

– Bonitas medias. – Le saludó él, sentándose a su lado, dando un sorbo a la copa tras realizar movimientos circulares con ella.

Sylvie bajó la mirada hacia sus muslos, mordiéndose el labio. Después frunció el ceño y musitó un 'gracias' mientras daba un largo trago al vaso de whisky, el cual le ardió en la garganta...

Unas horas después.


Thomas abrió la puerta de su pequeño apartamento en un edificio alto de la ciudad, aunque algo apartado del centro, y dejó a la chica esperándole en el salón. Se dirigió hacia el baño, y después pasó a la cocina para servir dos copas de vino blanco. Cuando volvió al salón, la chica estaba esperándole, vestida únicamente con la parte inferior de su ropa interior y las medias de lunares.

Se acercó a él con paso felino y la mirada clavada en sus oscuros ojos. El hombre apretó suavemente los labios para mantener la compostura. El cuerpo de ella era realmente hermoso: Proporcionado, con curvas suaves y sinuosas... ¡Y esa forma de andar! Cuando llegó a su lado, se alzó sobre las puntas de sus pies.

– Gracias, caballero. – Susurró, de forma insinuante, mientras tomaba una de las copas con delicadeza y se la llevaba a los labios. Después de catar el vino, dejó el recipiente sobre la mesita auxiliar y volvió a aproximarse a Thomas.

Sylvie le quitó lentamente la chaqueta mientras él permanecía inmóvil. Desabrochó hábilmente el nudo de la corbata mientras le miraba.

– Dame guerra. – Dijo.

Él no se hizo de rogar. Había aguantado demasiado tiempo quieto. Sus manos, seguras, recorrieron sus costados hasta su cintura y la tomaron con fuerza de ahí, aproximándola a él peligrosamente. 

– Desnúdate. – Pidió, casi en un gruñido, mientras la hacía retroceder, a la par que él avanzaba, en dirección a la ventana que daba a la concurrida calle de la ciudad.

Ella se mordió el labio con lascivia, y lentamente dejó caer la parte inferior de su ropa interior. Apoyándose en el marco de la ventana, se deshizo de las medias, que cayeron de forma silenciosa al suelo.



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